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Saber sin estudiar. Divertimento para el profesorado

Por Álvaro López de Quintana de Torres

El conocimiento sin estudio, ansiada meta de nuestros alumnos, ¡existe! Tal como se ha demostrado desde los estudios de adquisición de lenguas maternas, los niños internalizan la gramática esencial de su lengua (su fonología, su morfología, su sintaxis) sin mediar instrucción gracias a la capacidad del lenguaje propia de la especie humana. Ya en el siglo XVIII Nicolás Fernández de Moratín (1737-1780) dedicó una divertida espinela al particular.


Admiróse un portugués

de ver que en su tierna infancia

todos los niños de Francia

supieran hablar francés.

“Arte diabólica es”

-dijo, torciendo el mostacho-

“pues para hablar el gabacho

un fidalgo en Portugal

llega a viejo y lo habla mal,

y aquí lo parla un muchacho”.


Hoy queremos tomar estos versos como punto de partida para hacer una reflexión rimada sobre los conceptos de lenguaje, lengua y competencia gramatical, haciendo un puente entre las materias hermanas de lengua y literatura, siguiendo la recomendación horaciana de docere delectando.


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SABER SIN ESTUDIAR O LA ADQUISICIÓN DE LA LENGUA. Reflexión rimada sobre el poema de Nicolás Fernández de Moratín “Saber sin estudiar”


Admirose el portugués

famoso de Moratín

de que cualquier niño en Francia

desde su más tierna infancia,

desde siendo chiquitín,

supiera hablar el francés.


Esta estrofa tan jocosa

nos provoca hilaridad

porque muestra al pobre luso

como un ser bastante obtuso

ajeno a la realidad.

Ahora explicaré la cosa.


Nos lo propone la ciencia:

hipótesis de trabajo

que manejan los lingüistas.

También personas con vista

y que no están en el ajo

lo saben por experiencia.


La mente humana es capaz

de una cosa extraordinaria:

aprender sin estudiar

cualquier idioma del mundo.[1]

(No es un axioma rotundo,

que valga para aprobar

durante la Secundaria;

estudiantes, ¡estudiad!).[2]


Cualquiera que tenga un hijo

(y yo también, que me fijo)

puede ver que el niño toma

las palabras del entorno

y su mente, como un horno,

las cuece y sale un idioma.[3]


Y en cualquier chiquillo sano,

de forma mágica, extraña,

sin cultivo ni instrucción,

brota como un champiñón

el español en España

y en Italia el italiano.

Le estoy dando mucho al pico;

esperadme, que os explico.


Es un saber peculiar

esto de saber hablar,

se pasa por una fase

de aprender a hacer sonidos,

balbucientes, balbucidos,

y sin soltar una frase.


Vocablos luego articula

y a sus dos padres adula,

diciendo mamá y papá.

No se sabe qué primero,

pero pasa, por igual,

lo mismo en el mundo entero.


Sin conocer las nociones,

después construye oraciones

con sujeto y predicado,

con un verbo conjugado

y sin apenas deslices:

sabe muy bien lo que dice.


El niño la lengua usa

y sin que tenga conciencia,

sin ser de esto muy consciente,

se desarrolla en su mente

una gramática, ciencia

que parece ciencia infusa.[4]


A hablar se aprende de oídas:

oyendo a la gente hablar.

Interpretando oraciones,

saca el niño conclusiones,

y de un caso singular

saca la regla escondida.


El caso es que el niño sabe,

seguro y sin discrepancia,

si una oración es posible

o si es algo inconcebible

como hablar sin concordancia.

¡Eso en qué cabeza cabe!


A este saber, a esta ciencia,

a saber si algo está bien

o, por el contrario, mal,

y hay que mostrarle desdén

la llamamos competencia

de índole gramatical.


Con mencionar la gramática

en el quinto centenario

de la muerte de Nebrija

ya me siento satisfecho.

Más tarde, sin fecha fija

marcada en el calendario

seguiré con la pragmática.

Ahora el trabajo está hecho.


[1] Se hace referencia a la capacidad o facultad del lenguaje, propia de la especie humana, que permite a los individuos de la especie adquirir una lengua materna (o varias). [2] La adquisición espontánea de una lengua en los primeros años se da de forma diferente a como tiene lugar el aprendizaje de lenguas extranjeras de los estudiantes de Secundaria. Influyen en esa diferencia la plasticidad del cerebro del niño, la inmersión lingüística y la inexistencia de una lengua ya previamente adquirida. [3] Se utiliza el verbo “cocer” de forma metafórica con el sentido de procesar, elaborar. La facultad del lenguaje recibe los estímulos lingüísticos del entorno y es capaz de descifrar el significado concreto de determinadas producciones de un idioma, entendiendo este como un sistema de signos relacionados entre sí mediante reglas (gramática). Las reglas lingüísticas propias del plano morfológico y sintáctico son deducibles de forma inconsciente por el niño, gracias a lo cual elabora nuevas producciones nunca escuchadas. A continuación se explican sucintamente los pasos del proceso de adquisición de una lengua. [4] Se emplea en sentido irónico puesto que el saber gramatical se desarrolla EN el niño, y no es algo externo a él.


Por Álvaro López de Quintana de Torres (Colegio Miramadrid de Paracuellos de Jarama)

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